Eli Ben Zeev nació en 1957, en Israel, patria a la que
juró defender con lo más valioso.
Al finalizar el servicio militar en las Fuerzas de
Defensa israelíes, Eli continuó trabajando para el
Estado, como custodio del Aeropuerto Internacional Ben
Gurion y en 1988 se incorporó al Ministerio de
Relaciones Exteriores como Oficial de seguridad.
Eli se casó con Miri y juntos se fueron a vivir a su
primer destino fuera de Israel, Ankara, Turquía. Eli
sabía que su trabajo requería de un perpetuo estado de
alerta y había aprendido a convivir con la posibilidad
de intervenir ante un potencial peligro. Gajes del
oficio. Se había formado como francotirador y el tiempo
que pasó en la capital turca, se caracterizó por una
tensión constante, fruto de las continuas amenazas que
recibía como custodio. Cuando a Eli le dieron la
oportunidad de decidir dónde vivir en su siguiente
misión, después de la experiencia riesgosa en Turquía,
eligió Argentina, pensando que sería un destino
diplomático novedoso, ya que no conocían el país. Su
viuda recuerda que Eli sostenía que en el mundo no había
lugares seguros para los judíos e israelíes ni para sus
instituciones. Lamentablemente, tenía razón.
La familia Ben Zeev llegó a Buenos Aires en 1990: Eli,
Miri, que cursaba el último trimestre de su segundo
embarazo, y Eilon, el primogénito, de cuatro años. El
trabajo de Eli era proteger a la Embajada y a sus
empleados. Como jefe de seguridad, era un agente íntegro
y responsable, un profesional meticuloso que seguía
cuidadosamente las instrucciones y procedimientos, sin
subestimar el valor de ninguno de ellos, porque creía
que en Argentina podría suceder algo, que no había que
bajar nunca la guardia. Como compañero, era una persona
cálida y sonriente, una persona que inspiraba confianza
y tranquilidad.
La pequeña Omer nació, con el tiempo Miri se incorporó a
la embajada trabajando con el Agregado Cultural, y
aunque costó adaptarse a un país tan diferente a lo
conocido, sobre todo para una familia joven en formación,
Eilón empezó la primaria, los Ben Zeev se hicieron
nuevos amigos y armaron un hogar, lejos de Israel.
Pero llegó el 17 de marzo de 1992 y Eli, una vez más,
tuvo razón.
Al morir, Eli tenía 35 años, un hijo de 6 años y una
beba de un año y medio. Miri regresó a Israel con su
suegra, que estaba de visita, y sus hijos. Eilon y Omer
crecieron, Miri volvió a formar pareja y tuvo a su
tercera hija, Adi. Eilon, actualmente trabaja con
animales. Omer fue mamá y como recuerda Miri en su
última visita al país: “Nosotros estamos aquí. Eli no.
Pero nosotros continuamos. Eli tiene continuidad. No
lograron destruirnos.”