En memoria

Carmon,
Eliora

La familia Carmon llevaba tres años viviendo en Buenos Aires. Eliora, Eli, como la conocían todos, había puesto en suspenso su carrera de diseñadora de productos y medio ambiente, y trabajaba en la Embajada como administrativa, acompañando en su misión diplomática a Daniel, su marido, el cónsul y consejero de la Embajada de Israel en Argentina.

Eli y Danny tenían una familia grande y feliz, junto a sus cinco hijos, Ariel, de doce años, Maya de diez, Ofer de ocho, Ruti de seis, y la más pequeña, Ayala, de dos. Eliora se repartía entre la crianza de sus chicos y las tareas de la Embajada, y todo lo hacía con alegría y entusiasmo, con esa luz propia que la caracterizaba.

Eli amaba su patria, a Jerusalén y llevaba con orgullo su nombre, elegido en memoria de su abuelo, Eliezer Kaplan, primer Ministro de Finanzas israelí. Le gustaba mucho escribir cartas y contarle a su familia cómo iban adaptándose al nuevo entorno, cómo crecían los chicos, cuánto iba mejorando su castellano, lo bien que le caían sus compañeros y la comunidad judía argentina, y los maravillosos paisajes que iba descubriendo en este país, en el que estaba echando raíces.

Eli tenía casi 39 años cuando el coche bomba le arrebató la posibilidad de ver crecer a sus hijos o de envejecer junto al amor de su vida. Danny resultó gravemente herido, pero sobrevivió y tuvo que rearmarse para contener a su familia, sobrellevar la tragedia y continuar adelante, como Eliora hubiera querido.

Tras enterrar a Eli en Israel, y pasado el mes de duelo, Daniel decidió regresar a Buenos Aires con sus hijos e intentar retomar la rutina, la escuela, el trabajo, motivado por darles estabilidad a su familia personal y a su familia por extensión: la embajada y sus miembros.

Hoy Eliora continúa presente, no solo en los recuerdos de sus hijos o en algún rasgo físico heredado, sino en ese legado que persiste latente y pulsa en el interior de cada uno y cada una de ellos. Vive en estos jóvenes adultos, que la evocan en la forma de hablar, las aptitudes de ayuda al prójimo, los gestos de sensibilidad social, la resiliencia y la fuerza para luchar y encontrar la alegría, incluso en los momentos más aciagos de adversidad.