Francisco nació en Italia, Vibo Valienta. Siendo un
adolescente, emigró a la Argentina, con apenas 17 años,
buscando las oportunidades que el granero del mundo
parecía prometer y dejando atrás el horror de los
bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Al tiempo lo
siguieron sus dos hermanas y su hermano, quienes también
echaron raíces acá.
Ya más grande, estudió para ser Maestro Mayor de Obras,
se enamoró de María Antonia, se casó y llegaron sus dos
hijas.
Francisco llevaba la cultura del trabajo como estandarte
y su mayor anhelo consistía en darles un techo a su
esposa e hijas, cosa que, afortunadamente, pudo
concretar. De lunes a viernes se dedicaba a levantar
casas para terceros, pero los fines de semana se los
dedicaba a su propia familia, y paso a paso, ladrillo a
ladrillo, pudo construir con sus propias manos su casa y
la de una de ellas, que aún perdura, sólida y estable
como su recuerdo.
Leandro, su primer nieto y el único que pudo disfrutarlo
por algo menos de dos años, logró armar una semblanza de
Francisco a partir de recuerdos, relatos y grabaciones
familiares que miró muchísimas veces, donde se lo ve
como un abuelo cariñoso, que se desvivía por los suyos.
Siempre lamentó no haber crecido con la figura de
Francisco presente, o que sus primos no hubieran tenido
el regalo de ese escaso tiempo que él sí tuvo.
Francisco amaba la naturaleza, caminar por senderos
verdes, repletos de plantas e insectos, era uno de sus
placeres favoritos. Tenía un don para la botánica, sus
casas siempre estuvieron rebosantes de plantas y llegó a
convivir con un loro, que murió de tristeza cuando
Francisco volvió a Italia por un año.
Era un hombre simpático, bromista, muy jovial. Noble y
humilde, bondadoso y atento con los suyos, su tiempo
libre lo pasaba con la comunidad calabresa y con su
familia, su compañía favorita.
El 17 de marzo lo encuentra casualmente en la embajada,
realizando tareas de plomería para una empresa que se
ocupaba del mantenimiento del edificio. La herida de su
muerte marcó no solo a sus hijas y esposa, sino también
a las generaciones venideras, que crecieron a la sombra
de su ausencia, añorando al hombre que no llegaron a
conocer y que se reedita en ellos, en pequeños gestos y
grandes reclamos de justicia.
Entrevista realizada a Leandro Rodrigues de Oliveira (nieto
de Francisco Mandaradoni), el 03/10/2022.